Quién sabe qué traerá la marea...

Mención de Honor en el Concurso "Camino a los 50 Años" Organizado por la Secretaría de Investigaciones y por la Revista Académica Hologramática de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora en Noviembre de 2022

Mi cartuchera estaba con la foto de mi Padre custodiando junto a la FM que parecía leer mis pensamientos. Sonaba “Not About Us” de Génesis y parecía una oda que yo recitaría a mi papá:

A little piece of something
Falling gently down, down, down
No one understands you like I do...

Una pequeña parte de algo
Cayendo suavemente hacia abajo
Nadie te entiende como yo

El té chai perfumaba con el cardamomo, el anís y la canela toda la habitación. Mi eterna pelea con la pantalla de mi notebook que hacía falso contacto no me dejaba participar del zoom de forma correcta, creaba una “distracción tecnológica”. El ritual consistía en moverla de un lugar a otro hasta que la cámara me reunía con la clase.

El primer encuentro estuvo a cargo de sociología, diferentes sensaciones me rondaban: ansiedad, vergüenza y la expectativa de conocer al Profesor y a los compañeros en éste viaje académico.

Miles de ventanitas con nombres de diferentes personas inundaban el zoom. Parecía una película de ciencia ficción donde el personaje se teletransportaba a diferentes lugares. Cada uno de ellos con una decoración diferente donde se exponía la cotidianeidad de cada uno de los alumnos y lo informático se mezclaba con lo humano, el día a día.

Cuadros, libros, lámparas, gatos que se inmiscuían como queriendo absorber la atención y ladridos de caninos vecinos eran nuestros centinelas en nuestro nuevo desafío.

En mi caso hacía un mes había sufrido la pérdida de mi Padre, una madrugada de marzo se fue por causa de Covid, un alma noble y ejemplar. Me dejó un dolor indescriptible con el cual lidiaba con mi té de hierbas para poder evitar las lágrimas y mantenerme estoica ante la adversidad. Mis compañeros ayudaban a poder transitar los momentos difíciles y a pesar de tener una relación casi holográfica, sanaba el compartir con ellos.

Las plataformas fueron todo un descubrimiento en ciertas formas ventajosas y en otras desastrosas. Pero con el correr de los días y la asistencia de los más jóvenes se produjo un conocimiento que se incrementó a fuerza de necesidad.

La simbiosis entre mis colegas de clase, los profesores, fue muy importante en lo personal, ya que la exigencia de asistir a los encuentros y cumplir con los trabajos me impulsó a continuar a pesar de lo sucedido.

Desde el desconocimiento de completar un formulario de Google, el hackeo del parcial de Castor Anónimo en psicología, y los trabajos arduos fueron una terapia eficaz para mi duelo.

Cada clase nueva, el café, el té chai y el ruido al encender la compu significaba un día más de esperanza para seguir donde me valgo de la frase (del film Náufrago) que me acompañó durante meses. La cual repetía como una plegaria al terminar cada jornada:
“Ahora sé lo que debo hacer, seguir respirando, porque mañana volverá a amanecer y quien sabe que traerá la marea”.