Fue un miércoles o jueves la primera vez que lo vi, pensé que era un tenedor, sus extremidades color plata engañaron mis sentidos. El saco era un buen transporte para llevarlo y tenerlo a mano cuando se utilizase.
El director se sentó al piano interpretando el Confutatis del Réquiem de Mozart, era su forma de alivianar el clima ante
tanta ansiedad. Mientras escuchaba esas notas bajas al comienzo, mi mente seguía tratando de descubrir por qué había llevado
un cubierto a un ensayo musical. Hasta que con su voz grave dijo:
-Éste es un diapasón y con su vibración emite la nota
LA para poder afinar las voces.-
El futuro concertista nos explicaba que el diapasón emitía un sonido con una frecuencia de exactamente 440 hercios, porque producía un tono musical puro. El mismo permitía la disipación de sobretonos armónicos y altos. En cuanto a como lo maniobraba, lo tomaba entre sus dedos y lo golpeaba suavemente o pellizcaba las ramas en forma de U.
El afinador era un instrumento mágico, un pequeño artefacto metálico que tras su emisión lograba que interpretáramos en la perfecta tonalidad a Bach, Mendelssohn y Beethoven.
...era un instrumento mágico...Cada miércoles o jueves el diapasón anunciaba el preámbulo a un viaje a los clásicos, a las eternas repeticiones de escalas, la fonética en alemán y aprendernos las melodías de las cantatas de Bach.
Pasaron muchos años, el coro pasó a ser un recuerdo pero sin embargo un día me encontré en el Puente Alsina escuchando al maestro Daniel Barenboim y su orquesta West–Eastern Divan, donde pude disfrutar de Ravel: la Rapsodie Espagnole, Alborada del Gracioso, Pavane pour une infante défunte y el famoso Bolero. Luego una milonga de Mariano Mores: El Firulete. Éramos como diez mil personas, todas bajo el hechizo de esas notas increíbles.
...un día me encontré en el Puente Alsina...Lo que me pareció más significativo fue la fusión de las culturas Palestina e Israelita, donde las rivalidades se esfumaban, valorando el conocimiento y comprensión de las diferencias. En medio del concierto pude observar una silueta plateada que parecía espiar desde el abrigo de Daniel… era un diapasón como el que me había cautivado desde niña.