Miss Sarajevo

Hacía frío y la escarchilla había comenzado a caer...

Hacía frío y la escarchilla había comenzado a caer. Con mi mellizo esperábamos ansiosos que nevara. En la cocina se sentía el perfume al vainillín o la esencia de vainilla que las tapitas de alfajores expulsaban en el horno.

Toda la semana había visto la propaganda en el canal A&E sobre el concierto de Pavarotti and Friends. Eran una serie de presentaciones las cuales recaudaban dinero para los niños refugiados de la guerra. Cuando yo era pequeña no existía internet ni redes sociales y para ver un espectáculo así había que anotar en un papelito cuando salía la publicidad en el canal. Mi tarea era muy meticulosa: me encargaba de sintonizar el canal y verificar hasta que saliera la publicidad para volcar en la agenda mi deseado evento.

El día domingo era el asignado para los recitales. Por eso mi mamá había preparado los alfajores de maicena. La nieve empezó a caer sobre la chipica que estaba amarilla y seca, me puse una campera, corté un cogollo de burrito para el mate, quizás con eso podría paliar mi ansiedad por el concierto.

Llegó el momento y me senté frente al televisor para no perderme ni el más mínimo detalle. El sonido de los violines y violoncelos afinando me erizaba la piel y la portada del CD que se lanzaría luego se grabó en mi corazón.

La portada del CD se grabó en mi corazón.

Mis cantantes favoritos fueron pasando uno tras otro, pero cuando escuché a Dolores O’Riordan con Pavarotti interpretando a Schubert fue la culminación de una obra perfecta. Más tarde Michael Bolton con su “Vesti la Giubba” cambió todo el concepto de la música clásica y la “elite privilegiada”. Entendí que Luciano la había transformado en un placer para nosotros los mortales.

El café se había enfriado y mi papá estaba por hacer “lomitos”, en Mendoza se llaman así a los sándwiches con pan árabe, carne, tomate y lechuga. Una mixtura tan simple y a su vez tan deliciosa.

De repente escuché los acordes de una guitarra con una introducción que me conmovió. Era Bono de U2 que hizo su entrada con una boina color arena y su aspecto desgarbado que a mí me encantaba. En una pantalla se proyectaba un documental sobre Sarajevo y la pérdida de vidas civiles mientras se escuchaba la canción “Miss Sarajevo”, mostrando la ciudad en ruinas y se superponían imágenes de la elección de una reina de belleza, cómo esa nación quería seguir viviendo sus sueños, pasiones, esperanzas… Mi padre me decía “hija mía, son iguales a nosotros” y mi madre se conmovía con el documental que fluía con la música sobre todo cuando Pavarotti cantaba:

Dici che il fiume trova la via al mare
E come il fiume giungerai a me
Oltre i confini e le terre assetate
Dici che come fiume, come fiume
L’amore giungera… l’amore…
E non so piú pregare
E nell’amore non so piu sperare
E quell’amore non so piu aspettare

Dices que el río encuentra el camino al mar
Y como el río llegarás a mí
Más allá de las fronteras y tierras sedientas
Dices que como un río, como un río
El amor llegará… el amor…
Y no sé rezar
Y en el amor ya no sé esperar
Y ese amor ya no puedo esperar

Ver todo ese dolor, miseria, escombros, una ciudad despojada de todo pero aun así el espíritu de perseguir la belleza de no sucumbir al horror. Cuando las candidatas sostenían entre sus manos el deseo, casi como una plegaria: “Don’t let them kill us” (No dejen que nos maten) comprendí esa frase que me dijo mi padre: “hija, son como nosotros” o como decía Pavarotti, l’amore.